
Cada cinco segundos, el faro de la Mola guiña el ojo a los marineros que se deslizan sobre las aguas del mar Mediterráneo. Al borde de un acantilado, el foco gira incansablemente e indica que detrás se halla la pequeña de las Pitiusas: Formentera, un universo apartado de todo. Y eso que se encuentra a sólo 25 minutos en catamarán de su bulliciosa hermana mayor, Ibiza.
Pero Fomentera ha permanecido casi incólume para quienes deseen disfrutar del Mediterráneo en estado puro. Se dice que ha sido la relativa escasez de agua potable la que ha evitado que la isla se convirtiese en una sinrazón inmobiliaria.
Faros que protegen la isla
Ese acantilado terrible de la Mota tiene un gemelo casi tan intimidante en el extremo sur, donde el Cap de Barbería también se erige en pared vertical. Es un escenario batido por el viento, poblado por bajos matojos mediterráneos, donde el aroma del tomillo y el hinojo lo inunda todo.
Pequeñas poblaciones y calas de pescadores

Lejos del bullicio de Mallorca e Ibiza
Formentera vive a ritmo pausado la mayor parte del año, mientras que en los meses de verano se convierte en destino predilecto de quienes consideran el concepto "vacaciones" en toda su extensión. Es decir, ese periodo en el que hay que ser perezoso, retozar en playas hermosas, comer y beber alimentos sencillos pero sabrosos y tener como única distracción pasar la tarde.
Hay transbordadores (hasta de cuatro compañía) que parten hacia Formertlera desde Mallorca, Ibiza, y también desde el puerto alicantino de Denia.
Cualquier época es buena para visitar la isla, aunque en primavera y otoño se disfruta de la soledad invernal con temperaturas lo suficientemente agradables como para permitir baños de mar.
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