En la península de Osa se esconde una de las mayores reservas biológicas del planeta, un verdadero paraíso protegido: el Parque Nacional del Corcovado.
El Parque Nacional Corcovado se encuentra en la Península de Osa al suroeste de Costa Rica, y es parte del Área de Conservación Osa. Fue creado el 24 de octubre de 1975, y comprende un área de 45.757 hectáreas terrestres y 5.375 hectáreas marinas que acogen una enorme diversidad biológica.
El parque nacional de Centroamérica por excelencia
En Corcovado las palabras juegan con sus propios límites. Algunas, como cabo 'Salsipuedes' son rotundamente explícitas y nos informan del peligro de quedarte aislado en el lugar cuando sube la marea. La mayoría, sin embargo, son nombres que tienden a confundimos. Aquí "osa" es la península donde se halla la reserva natural, "sirena" y "leona" son lugares que ofrecen alojamientos espartanos, "araña" es un mono de largos brazos y "fragata", un ave de perfil antediluviano cuyos machos, durante la época de celo, ponen aprueba la resistencia de sus rojos cuellos hinchándolos de manera desmesurada.
La selva y el mar
Corcovado protege una de las últimas selvas tropicales vírgenes en la costa del Pacifico centroamericano. Se trata de una selva extremadamente húmeda, con precipitaciones abundantes, que se extiende desde las montañas bajas del centro de la península hasta las playas de arenas claras de la costa occidental. El grado de protección del parque nacional es muy elevado y por ello sólo se permite la presencia simultanea de un reducido número de visitantes.
Una explosión de vida
En Corcovado, el viajero puede moverse por los senderos marcados en torno a Sirena o por los caminos que comunican las estaciones. Todo respira vida. En la playa se observan las huellas de las tortugas que acudieron la noche anterior a desovar y si se otea el horizonte es posible localizar alguna de las ballenas que siguen la corriente costera mientras un grupo de guacamayos rojos invade el cielo. En la desembocadura del río Claro, los tiburones remontan el rió en marea alta en busca de presas y se pueden encontrar huellas de tapir deformadas por las pisadas del jaguar que le sigue. Por la noche, con la ayuda de una linterna, Las pupilas reflectantes delatan la presencia de caimanes.
En otro momento, tras sufrir el amago de una estampida de pécaris de collar, una enorme mariposa de color azul eléctrico nos guía con el destello de sus aleteos hasta un banano silvestre cuyos frutos atacamos sin compasión mientras el cric-cric de las cigarras y los alaridos de un mono aullador le ponen banda sonora a nuestro banquete. Sin duda, un lugar lleno de vida.
Cómo llegar
Hay autobuses hasta Puerto Jiménez y allí se puede contratar un todo terreno hasta las entradas. El viajero no se puede olvidar de llevar saco de dormir y comida Para visitar el parque hay que pedir permiso con un par de semanas de antelación al Sistema Nacional de Áreas de Conservación.
Al parque se puede entrar a pie por las estaciones de los Patos, al este; San Pedrillo, al norte, y Leona, al sur, o se puede volar en avioneta directamente a Sirena, en el centro de la reserva y junto a la costa. Las dos primeras son simples puestos de control, mientras que Leona y Sirena son estaciones biológicas que acogen a los estudiosos que investigan el parque. Habitualmente hay pocos científicos y los catres libres pueden ser utilizados por los visitantes, que también pueden acampar en los lugares habilitados junto a las estaciones.
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