Rodeada de montañas y frondosos parques, y más cerca psicológicamente de Europa Central que del Mediterráneo, Zagreb de poco más de un millón de habitantes prefiere mirarse así misma, mientras observa con cierto recelo a los adoradores del sol que pugnan por llegar a las costas de Croacia.
No debe de resultar fácil ser una reina sin reino o, mejor dicho, de un reino más propio de Neptuno, el dios del mar, que de la Virgen de la Puerta de Piedra, la patrona de Zagreb. En este país de vocación marina, su capital otea el horizonte en dirección contraria a la costa.
Fachadas que evocan a los Habsburgo
Ser de Zagreb es otra cosa. Es degustar cafés en tazas de porcelana acompañados de fina bollería, pasear al atardecer por avenidas flanqueadas por flamantes fachadas legadas por la dinastía imperial de los Habsburgo, matar el tiempo alimentando el apetito artístico en galerías de arte y museos, y sentirse dignos herederos de la aristocracia vienesa deleitándose con una velada operística en el ostentoso Teatro Nacional. Es como si la ciudad amonestara con cierto tono altivo a los visitantes con toalla y chancletas, y les recordara que esto no es la Riviera, que la piedra noble y la alta cultura merecen la misma veneración que las transparentes aguas del Adriático.
Pero no hay que dejarse engañar por las apariencias. Una vez declarado nuestro deseo de explorar la ciudad y no sólo verla como una parada en cierto modo superflua en nuestro camino hacia la costa. Zagreb se abre poco a poco y nos enseña su verdadera cara, hasta entonces reservada a sus habitantes y a los turistas con tiempo y ganas de descubrir qué hay mas allá de las fachadas.
Su naturaleza balcánica
En ese instante, puestas las cartas sobre la mesa, la altiva Zagreb nos va revelando también sus carencias. Su herencia monumental no es la de Budapest ni menos aún la de Viena, las dos antiguas capitales del Imperio autrohúngaro, y su vocación centroeuropea es más limitada de lo que las fachadas de sus edificios decimonónicos sugieren. Sin embargo, es precisamente ahora, una vez que se libera del peso de las apariencias y acepta su parte de naturaleza balcánica, cuando aflora a la superficie su cara más sugestiva.
La vida en Zagreb
Así pues, el pulso de Zagreb no hay que buscarlo en los establecimientos con siglos de historia ni en la espesa espuma de sus cafés al estilo vienes. Se encuentra más bien en las terrazas que ocupan cada metro cuadrado disponible del pavimento. Sentado en una de ellas y pertrechado tan sólo con un modesto y potente café expreso y un vaso de agua, el visitante se convierte en testigo y a la vez en protagonista de un ritual diario que define la idiosincrasia de la ciudad.
Los bares y animados cafés
Sin prisas y con un periódico en la mano, el día transcurre en un dulce equilibrio entre la pereza y el hedonismo para estos clientes habituales de casi todos los bares. "Estos refugios de estudiantes y desempleados, que durante la semana matan el tiempo sin gastar apenas dinero, se convierten durante el fin de semana en hervideros de personas de diferentes clases sociales que departen animadamente. El café del sábado por la mañana en las terrazas de la plaza de Petar Preradovic, también conocida como Trg Cvjetni (plaza de las Flores), es sin duda el evento social de la semana.
Shopping en Zagreb: tiendas de lujo y mercados tradicionales
Como queriendo justificar su pedigri, en un intento de mostramos su cara mas limpia. Zagreb trata de seducirnos con sus suntuosos centros comerciales y a través de los exclusivos escaparates de las tiendas de la calle Frankopanska, adornados con los últimos diseños de Gaultier, Moschino y Galliano. Pero no hay que dejarse engañar: por más que les duela a estos templos modernos del lujo y el consumismo, el auténtico centro comercial de la ciudad es el mercado de Dolac. Con puestos de frutas, verduras, carne y pescado, es más que un simple mercado de alimentos: es la conexión de la capital con las aldeas de Croacia. Un lugar de encuentro que cada día le recuerda a esta joven capital sus orígenes.
El mercado de Dolac
Desde las siete de la mañana hasta las tres de la tarde, durante siete días a la semana, el mercado es todo un mosaico de los diversos productos del país y un lugar donde personajes de lo más variopintos compiten por llevarse a casa el pescado más fresco, las salchichas más apetitosas, los higos más dulces y la miel más espesa.
No es necesario esperar a llegar a casa para disfrutar del festín, pues alrededor del mercado se abren multitud de bares y restaurantes familiares que sirven las especialidades locales de tvapzic (kebab de carne de cordero sazonado).
Zonas verdes, parques y jardines
Al este del centro de Zagreb se abre una gran superficie arbolada de 18 hectáreas, a la que los habitantes de la capital acuden en cuanto el sol se hace notar un poco. Es el parque Maksimir, así llamado en recuerdo de su principal impulsor, el obispo Maksmilijan Vrhovac. De estilo inglés, con caminos, césped, parterres, lagos artificiales y glorietas clasicistas, se inauguró en 1794 y fue el primer paseo público del sudeste de Europa. Hasta él se llega fácilmente en los tranvías.
Historia de dos ciudades
Orientarse en Zagreb es sencillo, la ciudad es sorprendentemente manejable a pesar de tener más de un millón de habitantes. Dividida en dos grandes zonas, la Ciudad Alta (Gornji Grad) y la Ciudad Baja (Donji Grad), con el mercado de Dolac marcando la división entre ambas, se trata de una población muy compacta en la que la mayoría de los lugares de interés se localizan en un espacio reducido, ideal para recorrerlo a pie.
La Ciudad Alta es el corazón histórico de la capital y el lugar donde se fundó Zagreb tras la unión, a principios del siglo XVII de dos poblaciones rivales, Gradee y Kaptol. Juntas, pero no revueltas, es sorprendente ver cómo hoy, pasados ya cuatro siglos, la rivalidad permanece entre ambas, con la primera como centro administrativo y político (en ella se encuentran el palacio Presidencial y el Parlamento) y la segunda conservando su histórica condición de centro religioso y bastión de la Iglesia católica.
Gradee y Kaptol: La ciudad alta y la ciudad baja
Mientras que Gradee es terrenal y presume de coquetas calles empedradas, inmaculados edificios del siglo XIX, galerías de arte y museos, la olería de Kaptol apela al alma, con su catedral y sus majestuosas torres perpetuamente cubiertas por andamios en una reparación eterna; el palacio arzobispal; una sorprendente cantidad de librerías religiosas, y la presencia constante de un amplio contingente de curas y monjas que habitan en este "barrio residencial del espíritu".
Es en la Ciudad Alta donde la mayoría de los visitantes se concentra siguiendo el recorrido monumental. Situada en una colina, nada mejor que reservar las energías de la subida y canjearlas por las espectaculares vistas a bordo de la "anciana señora de Zagreb", como se conoce cariñosamente al funicular que desde 1890 no ha dejado de transportar pasajeros desde La Ciudad Baja a la Alta.
Allí, en la Kamenita Vrata (la Puerta de Piedra), los turistas se mezclan con los peregrinos que vienen de todos los rincones de Croacia para encender una vela en honor a la Virgen, cuyo retrato, según la leyenda, sobrevivió intacto a un devastador incendio que redujo a cenizas las antiguas puertas medievales que lo cobijaban.
La plaza de San Marcos: el corazón político de Zagreb
Cerca de allí, en Trg Svetog Marka (plaza de San Marcos), se halla el corazón político de Zagreb. La historia reciente del país se escribió en el Parlamento (Sabor), donde en 1991 se firmó su separación de Yugoslavia, momento en el que Zagreb se convirtió en la capital del nuevo Estado de Croacia. El bombardeo ese mismo año del palacio Presidencial , situado junto al Parlamento, por el ejército federal yugoslavo en un intento de asesinar al presidente croata, fúe el preludio de la sangrienta guerra que marcaría la historia reciente de los Balcanes.
La iglesia de San Marcos
No es de extrañar que en esta misma plaza, junto a los símbolos políticos de la ciudad, se encuentre también el referente arquitectónico de Zagreb: la iglesia de San Marcos, con su tejado formado por cientos de mosaicos de colores entrelazados que dibujan los escudos de armas de la capital y del país, motivo favorito de postales y cerámicas en las tiendas de recuerdos.
El oxígeno cultural de la ciudad
Después de un intenso recorrido por la historia es hora de dejarse seducir por la cultura y los espacios verdes en la Ciudad Baja. Su jardín botánico y los parques diseñados en forma de herradura son, además del pulmón de Zagreb, el lugar donde se encuentran las instituciones que proporcionan el oxígeno cultural a la ciudad: los museos Antropológico y Etnográfico, la Galería Moderna, el Instituto de la Música Croata y el espectacular Teatro Nacional de Croacia.
Impulsado por la vitalidad de la joven comunidad artística local, el arte contemporáneo ocupa un importante espacio en pequeñas galerías alternativas, que a menudo forman parte de bares y cafés, y en espacios oficiales tales como el Pabellón del Arte, donde se muestran las últimas tendencias artísticas nacionales e internacionales.
Un paseo por Zagreb
Fuera de las salas de los museos y las paredes de las galerías, Zagreb ofrece otros "espacios de contemplación" que la alejan de Europa Central y la acercan ala cuenca mediterránea: el ritual diario del paseo marca los atardeceres desde el inicio de la primavera hasta la llegada del otoño. La calle Tkalciceva, en la Ciudad Alta, es la mejor pasarela para disfrutar de este desfile de hedonistas paseantes que, inspirados por la moda italiana, adornados con el bronceado mediterráneo y bendecidos por la estatura balcánica (los habitantes de Croacia se encuentran entre los más altos del mundo), lucen palmito.
Vida nocturna: de copas por la capital de Croacia
Sentarse en una terraza para beber sin prisas una cerveza negra y observar atentos el deambular sin rumbo de sus paisanos es uno de los pasatiempos favoritos de tos zagrebíes. Más tarde, muchos de ellos apurarán la noche en las "folcotecas" bailando al ritmo de una explosiva mezcla de techno y música popular serbia o se acercarán hasta el lago Jarun, en cuyas orillas se encuentran los clubes de música electrónica (con el legendario Aquarius a la cabeza), los locales con conciertos en vivo y los afters de esta ciudad con más vida nocturna de la que cabría esperar.
Quizá sea ésta la mayor sorpresa que nos llevamos en Zagreb, una ciudad que, a pesar de sus intentos demostrar su fachada de alta alcurnia y su impecable pedigree aristoetílico acaba sucumbiendo a un presente encarnado por los miles de jóvenes universitarios que la habitan y que se rebelan contra el peso del pasado.
Las tiendas con escaparates de la era del presidente yugoslavo Tito que sobreviven en los recovecos de la Ciudad Baja, los mercados callejeros, la vida bohemia y los pequeños bares en los que la rakla (aguardiente) es la contraseña son mucho más que las costuras de una ciudad que a primera vista se ofrece inmaculadamente hilvanada. Son los agujeros por donde llegar hasta el alma de un Zagreb que se reinventa a pesar suyo.
Hermosa ciudad y hermosas fotos! Tengo muchas ganas de conocer Croacia!
ResponderEliminarTe invito a pasar por mi blog: http://gonzavignoni.blogspot.com.ar/