Las Cataratas del Niágara: un escenario natural de ensueño

Las cataratas del Niágara es uno de los lugares más emblemáticos de Norteamérica pero tambien uno de los lugares naturales más ruidosos del mundo.

Dicen que la leyenda de Niágara como lu­gar predilecto de luna de miel comenzó a fraguarse cuando un hermano de Na­poleón llevó a su joven esposa al estruendoso paraje. Puede que la anécdota sea cierta o no, pero de lo que no cabe la menor duda es que la espectacularidad de las cataratas, su proximidad a dos grandes ciudades como Toronto (en Cana­dá) y Nueva York (en Estados Uñidos), y la ma­quinaria publicitaria y turística desarrollada en Norteamérica han hecho del lugar un destino imprescindible para los enamorados. 

Un lugar entre dos países

No hace falta casarse para apreciar la belleza de las cataratas del Niágara ni creerse un super héroe capaz de desafiar el salto principal de 64 metros para disfrutar del rincón más bello de es­ta extensísima frontera entre los dos países. Pese a todo el envoltorio propagandístico que las ro­dea, las cataratas no decepcionan. 

No son los saltos de agua más altos del mundo, ni los más grandes, pero sí figuran entre los más voluminosos y ruidosos. La mejor manera de apreciarlos es desde el transbordador Maid of the mist, que se adentra hasta las fauces de la garganta en un viaje ensordecedor: una experiencia única en medio de una vorágine de agua, espuma y niebla. 

Un río modesto: el Niágara

Desde abajo, las cataratas son un goce sen­sual. Desde arriba, por ejemplo desde la altura de la torre Skylon (lado canadiense), un placer visual, con la hermosa hendidura de 700 metros de ancho en forma de herradura. Curiosamente, las majestuosas cascadas se fraguan en un río modesto, el Niágara, de apenas 58 kilómetros de longitud, que rellena la escarpadura abierta entre los lagos Erie y Ontario hace doce mil años.


Las dos caídas de leyenda 

El cauce del rio se precipita hacia el vacío en dos caídas, una en la vertiente canadiense, más ancha y ligeramente más baja, y otra en la parte estadounidense, que se disfruta a través de las escaleras y túneles panorámicos que se hicieron famosos en la película protagonizada en 1953 por Marilyn Monroe y Joseph Cotten, Niágara. 

Según los nativos neuter, una tribu de los iro­queses, el lugar fue creado cuando la sirena de la niebla derrotó a un espíritu maligno con forma de serpiente. El cuerpo cayó al río y dejó grabada su sinuosa silueta en la tierra. El primer europeo que se topó con las cataratas fue el explorador Samuel de Champlain, en 1642. Desde enton­ces, este paraje fronterizo ha sido una de las es­tampas más bucólicas de Norteamérica.

Cómo llegar

En autobús se tarda hora y media des­de Toronto y una hora des­de Butfalo. Desde Nueva York son 8 horas de viaje por carretera, pero también se puede ir en tren o en avión. 

Cualquier época del año es buena para visitar las cataratas. Los visitantes reciben impermeables al acceder a los itinerarios internos de las cataratas.





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