Las ruinas de Palmira inmortalizan el fugaz poder de la reina Zenobia y su desafío al imperio romano. Actualmente, la guerra civil en Siria no permite su visita con unas mínimas garantías de seguridad.
Una arrogante columnata que se estira más de un kilómetro. Un orgulloso arco que bosteza un olvidado triunfo. Capiteles bruñidos por el tiempo que hablan en silencio de una riqueza pretérita. Beduinos que toman el té sin prisa a la sombra de soberbias ruinas, ajenos a la guerra civil que hace trizas el país poco a poco. Niños que conducen sus ovejas entre milenarias piedras en busca de pastos.
La ambición de la reina Zenobia
Todo eso es hoy Palmira o, mejor dicho, lo que queda de esta ciudad que allá por el siglo III hizo frente a la todopoderosa Roma de la mano de una mujer, su reina Zenobia. Su ambición le costó a la el trono y, según qué cronista se consulte, la libertad o la vida. Pero ni los romanos que la derrotaron ni los pueblos que llegaron detrás a poblar estas planicies pudieron borrar su recuerdo.
Enclavada en pleno desierto de la actual Siria, Palmira se enriqueció gracias a su condición de alto obligado de las caravanas. Y lo hizo de tal manera que su soberana construyó un floreciente imperio en los seis años que duró su reinado.
Restos de un pasado esplendor
Hoy, Palmira devora a los viajeros por un arco de triunfo que los lanza a su larga columnata. A partir de ahí, las sorpresas se suceden. Aquí, el espectacular estancia donde se encontraba la estatua de Zenobia. A la izquierda, el teatro. Un poco más allá, el ágora, que albergó más de 200 esculturas. Al fondo, lo que queda de los edificios del campo de Diocleciano. Y por todos lados, muros, columnas y capiteles. Muchos restos desfigurados por siglos de viento; demasiados, por la mano destructora del hombre.
El templo de Bel es el mejor ejemplo de los avalares sufridos por Palmira. Lugar de sacrificios en época de Zenobia, fue luego iglesia bizantina, fortaleza árabe y, finalmente, mezquita. Hasta que un saqueo lo destruyó en el siglo XV. Convertido en ruinas, los arqueólogos lo rescataron del olvido, junto con el resto de Palmira, a comienzos del siglo XX. Pero la ciudad reserva aún una última sorpresa: el Qala´at ibn Maan. Desde esta austera fortaleza árabe que corona una montaña cercana, Palmira se muestra espléndida, ilustre y, cómo no, tan femenina como su reina.
Cómo llegar
Desde Damasco, la capital siria, se pueden recorrer los 220 kilómetros que hay hasta el yacimiento arqueológico de Palmira en taxis colectivos y autobuses, dos medios de transporte baratos, aunque lentos. Otra opción es alquilar un coche.
La actual guerra civil que divide el país hace muy complicada la visita. En circunstancias normales.el caluroso verano y el inestable invierno hacen que la primavera (de marzo a mayo) y el otoño (de septiembre a noviembre) sean las estaciones más adecuadas para visitar estas ruinas.
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